No pudimos, hicimos todo lo posible pero no pudimos salvarla. Una parte de nosotros se quedó en el matadero, en ese lugar tan absurdo e injusto, parte de este mundo “normal, natural y necesario”. Sabemos que ya la mataron, hoy a las 6 de la mañana cuando empezaba la faena, ahí estábamos; sabemos que ya la obligaron a caminar, ya la pasaron por la manga, ya la picanearon, ya le pegaron un tiro en la cabeza, ya cayó al piso, ya fue colgada mientras su corazón aún latía, ya le cortaron el cuello con un cuchillo filoso, ya se desangró; sabemos que a Tormenta, ya la asesinaron para convertirla en kilos de carne. Hoy perdimos la batalla, nos armamos con empatía e ideas pero no fue suficiente, el monstruo es enorme, es demasiado grande. Nos quedamos con el dolor de una madre en cada uno de nosotros, una madre a la que le arrebatamos a su pequeña para que no viva su misma historia, una madre a la que no pudimos decirle que a su hija le pusimos Save, ni que vamos a hacer todo lo posible para que este bien y sea libre, nos quedamos con una parte de su dolor y la guardamos para no olvidar, para tener presente a todas las Tormentas que no son despedidas con flores en la puerta de los mataderos, a todas esas madres que nadie conoce, que sin un nombre pasan por el mismo dolor.
Mientras existan los mataderos, existirá nuestra lucha.