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Nota en el diario Nueva Sierra

Esos momentos en los que tu vida da un vuelco, que gira sin avisar, eso que pasa en un día de semana cuando uno ya tiene planeada hasta la cena, esos días que lo cambian todo. El día jueves 11 de junio al medio día recibo un aviso de que en Sierra de los Padres apareció una vaca agonizando. Al llegar al lugar nos encontramos con una situación desgarradora. Una vaca tirada en la calle, esquina Azaleas y Querini, que prácticamente no se movía, con los ojos desorbitados, una vaca que estaba sufriendo desde el día miércoles a las 4 de la tarde, o sea que sufría desde hacia 20 horas. Llamamos a la única veterinaria que conocíamos acá y mientras mi marido se quedaba a esperarla yo me fuí a la comisaría a hacer la denuncia, aunque sabía que la policía había pasado el día anterior y no había hecho absolutamente nada, mas allá que el abandono y el maltrato animal está penado por la Ley Nacional 14346. Me atendió la Oficial Porta, que muy amablemente me tomó la denuncia penal que en estos momentos se dirige hacia la fiscalía Nº 5 del Dr Pelegrinelli, en la ciudad de Mar del Plata. Pero la historia empieza unos días antes. El día lunes 8, la vaca a la que llamaban “La diabla”, no había podido levantarse. Ella era “propiedad” de Alfredo Jal, que vive en Padre Bernardo Nusdorffer y Azaleas, Barrio el Cholito, acá en Sierras, en donde tiene un tambo que provee a la zona de queso, leche, corderos, lechones y demás seres vivos. Ese lunes el señor Jal le inyectó una dosis de calcio para levantarla. Pero para entender bien la cosa no sólo es necesario ir atrás en el tiempo sino que también se necesita ir un poco más profundo, se necesita conocer un poco más sobre la opresión a la que sometemos a los demás animales. Para que una vaca sea lechera, tiene que estar preñada. La gestación dura 9 meses, igual que nosotros los animales humanos. Después de tomar el calostro el ternero es separado de la mamá, eso es a las 24 – 48hs después de nacido. Los ganaderos dicen que éste es uno de los peores momentos, ya que el ternero llama a su mamá y la mamá llama al ternero; se conocen muchos casos de abuso animal, de golpes brutales, para lograr callar a este balido que es natural para llamarse si se pierden. Como a las vacas lecheras les sacan muchos litros de leche por día (a la Diabla le sacaban 17 lts), el cuerpo pierde calcio, y toma el calcio de los huesos, descalcificándolo, dejándolo frágil y débil. Por eso la Diabla no podía más, porque ya la habían hecho parir tanto que estaba totalmente descalcificada y no podía ni siquiera levantar la cabeza. Por eso le dieron una dosis de calcio el día lunes que le permitió pararse e ir hasta donde Pedro, el hombre que trabaja en negro para Jal desde hace mas de 30 años, las lleva a pastar. La Diabla mientras pastaban se tiro, y ya no pudo levantarse. Eso fue a varias cuadras, así que Jal la ato en su camioneta 4X4 y la arrastró hasta esa esquina donde finalmente la abandonó. La veterinaria llegó y le colocó unas drogas para el dolor que pagamos nosotros. No sabíamos que hacer y le pedimos ayuda a la gente del zoológico, ya que calculábamos eran los únicos que podían tener el transporte adecuado para transportar a un animal de casi 500kg. Alejandra, la veterinaria había sugerido simplemente la eutanasia, pero no con lo que se eutanasia a un perro, sino que la profesional había sugerido degollarla o pegarle un tiro. Rotamos al animal y descubrimos toda su parte derecha en carne viva, esa era la parte que había sido carcomida por las calles de ripio. La gente del zoo vino en una camioneta común y no pudimos subirla después de pasar horas intentándolo. La noche empezaba a venir y la única solución que parecía posible era conseguir una pala grande de construcción para subirla a la camioneta. El tiempo pasaba, los del zoológico ya se estaban inquietando. En el corralón de García pedimos una pala para subir a la vaca pero no nos ayudaron. No hay ningún organismo que se haga responsable y que tenga las herramientas y los recursos en casos así. Un toro apareció en la escena y gritó mientras con el hocico intentaba que La Diabla se levante, grito como lo hace alguien cuando reconoce el dolor en un ser querido. Era el toro que se había criado con ella; fue la única vez que la escuchamos mugir. Fue muy difícil lograr que se fuera. El dueño de la vaca, apareció con su camioneta al ver movimiento en la esquina. Llegó prepotente a llevársela, diciendo que ya no “servía”, quería arrastrarla otra vez más, esta vez 200 metros hasta su casa para carnearla y dársela a los chanchos. Federico, mi marido, le dijo que se fuera, que ya había abusado bastante del pobre animal. El señor Jal se subió a su camioneta y desapareció. Los del zoológico en cuanto oscureció se retiraron y nuestras esperanzas empezaron a decaer. No pensábamos dejarla sola, no íbamos a hacer lo que todos hasta ese momento habían hecho. Una tristeza total nos invadió, los que tenían que ayudar no ayudaban, solo algunos vecinos que sentían el sufrimiento del animal. Buscamos una carpa para pasar la noche ahí. Le pusimos unas bolsas de agua caliente y un par de vecinos solidarios armaron un fuego, porque había que darle calor. Al otro día me fui a la delegación, 8 en punto estaba ahí. La promesa de la pala que el día anterior habían ofrecido, después de la presión de una vecina, desapareció cuando les agarro terror al pensar en la posibilidad de que la vaca se les muriera cuando intentaban subirla. Un tal Mario, habló de lo poco vivo que era Jal, ya que debería haber tirado a la vaca agonizando, pero en su terreno, así nadie se enteraba; todo delante de mi. Les pedí ayuda, llamaron a un veterinario para que vea el estado del animal. Mi marido por su parte llamó a Alejandra, la veterinaria de Sierra, y a los veterinarios del Coyunco. Cayeron todos juntos. Mientras los del Coyunco debatían que era lo mejor para el animal, Alejandra y uno de los de la delegación hacían chistes sobre la prótesis dental que necesitaría la vaca en el caso de que se salvara, ya que tenia los dientes gastados. Y por si fuera poco cayó Jal que se puso a secretear algo con García el delegado, mientras Mario, el otro de la delegación se ponía delante de ellos para que Federico no escuchara lo que decían. El pobre animal no daba más y encima Montone, que en ningún momento nos cobró un centavo, nos dio la peor noticia, estaba preñada. Ya habían pasado 2 días del abandono y había que tomar una decisión. De a poco se desvanecía el sueño de llevarla a un santuario donde ella y su cría vivieran libres por fin. Lo más humano era dejarla ir. Montone la durmió antes de eutanasiarla. Fue un momento muy triste, con ella se fueron también todas nuestras esperanzas de libertad. El delegado cayó cuando ella ya estaba muerta con las maquinas para enterrarla y con sus promesas y discursos de ser buena persona que yo ni siquiera discutí, ya no tenia fuerzas para nada, entre el dolor y el cansancio, solo sentía agotamiento. Nos fuimos, y después nos enteramos que apenas lo hicimos apareció el camión del zoológico para llevársela como comida de los leones, una vecina lo impidió; a nosotros no nos hubiese molestado, ella ya estaba muerta, pero la actitud del delegado, de hacer arreglos por detrás, eso sí que indigna.

Ahora, dos días después ya recuperamos fuerzas y analizamos todo lo que paso. Me pregunto, porqué los vecinos tenemos que aceptar la violencia, incompetencia y falta de compasión institucionalizada, porqué seguimos dandole de comer a profesionales sin vocación ni compromiso comunitario, porque nos sentimos apoyados por municipales que se mueven solo por sus propios intereses y porque nos sentimos cuidados por policías que no hacen cumplir la ley, como los que pasaron de largo ese primer día, porque aceptamos la violencia hacia los mas débiles, porque somos tan pocos los que no pasamos de largo ante el dolor. Si tan solo nos diéramos cuenta el poder que tenemos cada uno de nosotros muy distinta seria nuestra realidad. El Cholo Jal no solo arrastró por el ripio a la diabla y al ternero que crecía en su vientre, también arrastró a cada uno de nosotros, arrastró a cada vecino y el sueño de un mundo más justo para dejar a las próximas generaciones, un mundo compasivo que no vea a los animales como cosas inertes con las que lucrar, un mundo donde la empatía sea cotidiana y donde el amor sea un bien común. Ahora resta poner nuestras fuerzas para que la fiscalía mueva el caso y para que la próxima noticia sea “la justicia ya llego”.

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