Todo nos lo llevamos a la boca. Con palabras como exotico, tierno, jugoso, picante, fresco, crujiente, saludable, dulce o amargo, disimulamos la especie animal que nos estamos por deglutir. Tantos adjetivos para una sola cosa, animales, que muertos o vivos llegan a nuestra boca sin que primero la idea de comerlos llegue a nuestra conciencia. Comemos disfrazando el lenguaje, porque si no lo hacemos, si llamamos a las cosas por su nombre, deberiamos aceptar la ceguera o el egoismo, eso depende de cada uno.