Un grupo de activistas y un periodista de la Wipe se infiltraron en un torneo de caza de lobo. La nota es fantastica y desgarradora. Es muy descriptiva y realista. Abajo les dejo el link para los que se atrevan a leerla toda, porque hay que tener coraje para soportar tanto dolor. Y para los que no tengan el coraje, o tiempo o ganas les dejo alguno de los fragmentos que mas me explotaron en el cerebro y en el corazon. "La mejor forma de herir gravemente a un lobo sin llegar a matarlo de inmediato es dispararle en las tripas, preferiblemente con munición perforante de blindaje. A diferencia de las balas con la punta de plomo, que se aplastan al impactar y matan de forma casi instantánea, estas otras perforan a su objetivo y salen por el otro lado. Esto ofrece dos ventajas: la primera es que el animal sufre más, sobre todo si se le dispara en las tripas. Se irá desangrando lentamente, correrá aterrorizado un kilómetro y finalmente caerá muerto. La segunda ventaja es que, si cazas de forma furtiva (ya sea fuera de temporada, de noche con un foco o en un sitio donde esté prohibido), los guardas de coto tendrán muy pocas pruebas forenses para incriminarte. No habrá ninguna bala en el cuerpo del animal y, lo que es más importante, el lobo habrá recorrido cierta distancia desde el lugar donde se le disparó, por lo que resulta casi imposible localizarlo." Los niños también podían participar. De hecho, según el panfleto promocional, había premios especiales para las categorías de 10-11 años y la de 12-14. Esa gente odiaba a los lobos y yo quería comprender por qué. Además de matar lobos, otra de las misiones principales del grupo, según su página web, es la de “luchar contra cualquier intento legal, por parte de organizaciones en defensa de los derechos de los animales y en contra de las armas, de despojarnos de nuestros derechos y libertades, reconocidos por la Constitución de los Estados Unidos de América”. “Cargaos hasta el último de esos malditos lobos”, nos dijo Cal. El mismo destino les deseó a los “abrazadores de árboles”, la mayoría de los cuales, según Cal, viven en Nueva York. “¿Sabéis lo que me gustaría? Que cogieran a los lobos y se los plantaran en el Central Park. ¡Nos han impuesto tener estos malditos lobos! ¡A la mierda! Dicen que un lobo no te ataca. Joder, esos abrazadores de árboles no saben nada. Que los lobos se coman a esos cabrones. ¡A lo mejor así aprenderían algo! Todos brindamos por que los abrazadores de árboles recibieran su merecido. Tuve que contener el impulso de decirle a Cal que pasaba alguna temporada viviendo en Nueva York, y que Natalie había estudiado arboricultura en la universidad y, de hecho, había abrazado árboles literalmente. “Esa es mi familia. Les gusta salir y matar. No son malos, simplemente... no son conscientes. En el momento de la inscripción, la noche antes de la cacería, teníamos un aspecto tan convincente que los organizadores ni se molestaron en pedirnos las licencias o los permisos para cazar lobos. Es más, nos recomendaron algunas zonas en las montañas cercanas en las que podríamos encontrar lobos a los que disparar de forma ilegal. De Mateo 7:15: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. A partir de entonces, la población de lobos creció como nunca en la historia, y los ecologistas señalaron con asombro los beneficios que ello supuso para los ecosistemas del oeste. En el Parque Nacional de Yellowstone, lugar clave para la repoblación, los lobos redujeron el excedente de población de alces, que había causado estragos en los árboles y los pastos del parque. Al reducirse la población de alces, la flora pudo reproducirse. Este paisaje renovado sirvió de hábitat para docenas de otras especies: castores en los arroyos, aves cantoras en el sotobosque y mariposas entre las flores. Por primera vez desde 1974, se retomó la cruenta caza de lobos en el norte de las Montañas Rocosas —en Idaho, Wyoming y Montana—, esta vez dentro de la legalidad. Las temporadas de caza de invierno diezmaron manadas enteras. A instancias de los rancheros, el Gobierno de los EUA también se unió a la matanza enviando agentes de control de depredadores de los servicios federales de protección de la fauna. (el periodista hablando del activista) Como cazador consumado, me explicó que había cazado “casi de todo” hasta una noche, en 2004. Se encontraba en la habitación de un hotel en Spokane, Washington, cuando un coyote se situó justo debajo de su ventana y empezó a aullar sin parar. “¡En pleno centro de Spokane!”, dijo. “Esa fue la primera vez que entendí que los animales estaban hablando conmigo.” El primer problema era el acento australiano de Martyn. Un extranjero en Salmon es algo serio. “En esta ciudad permanecemos unidos”, le dijo un cazador cuando llegó. “No hay negratas en esta ciudad. ¿Tú ves algún negro?” Martyn había ido a una tienda de armas de la calle principal para preguntar dónde se realizaba la inscripción al derbi. Más tarde, me contó que el dependiente se le quedó mirando como si fuera un trastornado. “Te sugiero que te quites ese pendiente”, dijo, “porque pareces un maricón”. “Es un lobo”, dijo Natalie. “Mira el color y el tamaño, y esa cola”. Guardó silencio un instante y bajó el mentón, sonriendo. “¡Hacía más de dos años que no veía un lobo!” Observamos al animal corretear unos 400 metros, olisqueando el terreno tranquilamente mientras caía la tarde. De repente se detuvo, alzó la cabeza y miró en nuestra dirección, su silueta recortada sobre el blanco manto de nieve. Parecía como si me estuviera mirando a mí, a través de la mira del rifle, penetrando mis huesos hasta llegar a la punta de los dedos del pie. Un instante después, todo terminó. En un abrir y cerrar de ojos, el animal desapareció de nuestra vista, perdiéndose en el collage que formaban los parches de arbustos y de nieve. El murmullo de las aguas del río llegaba hasta nosotros y el sol nos regalaba su luz a través de las montañas. Se enamoró de estos animales por las mismas razones por las que lo hacen todos los apasionados de los lobos. Al fin y al cabo, los lobos no son tan distintos de los seres humanos. Son monógamos, leales, compañeros de por vida y crían a sus pequeños con sumo cuidado en sólidas unidades familiares, lideradas por un macho y una hembra alfa. Podría decirse que son esas similitudes con el ser humano las que nos resultan tan cautivadoras. La Humane Society of the United States afirma que se han matado casi 1.400 lobos desde que dejaron de ser especie protegida en 2011, y la mitad de ellos en Idaho. Hace unos años, la población total en las Montañas Rocosas septentrionales había alcanzado los 1.700 ejemplares. Los lobos están desapareciendo, y las manadas se dividen en grupos más reducidos al ver comprometida su perpetuación. Natalie me dijo que los dos que vimos probablemente fueran los supervivientes de una familia cuyos parientes estarían colgando de un gancho.
top of page
bottom of page