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Una tarde cuando el sol recien se despertaba

Se levantó a la mañana, se refregó los ojos y se estiró en la cama. Bostezó como un oso y su mama abrió la puerta para avisarle que el desayuno estaba listo. Entonces se puso las pantuflas de autito que le habían regalado la última navidad y se fué para la cocina. En la mesa había una caja de cereales y unos tazones de plástico con flores rosas y amarillas. Se sentó y se sirvió él mismo el desayuno, y cuando lo hizo se sintió un poco mas grande que el día anterior, hasta que volcó un poco de la leche sobre el mantel y la mamá lo retó. Sonó el teléfono, el papá estaba llegando a buscarlo y el tenía que apurarse porque estaba a unas pocas cuadras. Tomó lo que quedaba en la taza de un zopetón, corrió a la pieza y metió en la mochila un par de remeras, unas medias y unos pantalones que ya le quedaban bastante chicos. "Llego tu papá", dijo la mamá. Estaba tan feliz de que lo iba a ver, que con la rapidez de un rayo de luz, estaba listo. Se subieron a la camioneta y arrancaron. Con la 4x4 se metieron en el medio del bosque. Estacionaron en un lugar que el papá llamaba "estratégico". Aunque no sabía muy bien que es lo que quería decir eso, se hacía el que entendía. El papá bajo unas armas de la parte trasera de la camioneta, se las mostró con el ego mas grande del mundo, con la avaricia necesaria para portarlas y se puso a cargarlas, enseñándole cada uno de los pasos. Él, miro concentradamente cada movimiento, intentando copiar al papá de la mejor manera posible. Y se metieron en el bosque. Después de un rato se sentaron a esperar. Las ramas se movieron y un pequeño conejo amarronado se dibujo entre las hojas. El papá le pasó el arma y él apunto. Sintió miedo, sintió una sensación parecida a la leche cayendo sobre el mantel esa mañana. Disparó y el conejo grito silenciosamente, casi que sólo él lo escucho. "Papá me va a querer", pensó. Se acercó al conejo y lo miró sangrar, miro sus ojos lléndose y el hada del bosque despacito le quito al niño la inocencia sin que el se diera cuenta, le borro la luz del alma, le mancho con unas gotas de la sangre del conejo la conciencia y llorando se despidió de el.

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